Conocí a un alumno que siempre lo podía hacer peor.
Cada vez que decía algo era para dar la opinión equivocada.
Cuando lanzaba preguntas test en abierto todos esperaban para no coincidir con su respuesta.
Su opuesto era garantía de éxito.
Hasta que pasó algo muy gordo.
Pronto las risas de sus compañeros entre pasillos y las bromas dejaron de ser divertidas.
Con o sin razón un día el alumno decidió denunciar a uno de sus compañeros.
Así que se originó un grave problema de convivencia en el aula y yo aprendí una buena lección.
Humor inteligente
En el aula un poco de humor siempre viene bien.
Predispone a los alumnos y hace más amenas las clases.
Pero el humor sólo es inteligente si todos en la conversación están a la altura.
En caso contrario es mejor no hacerlo. Demasiado riesgo.
Temas inocuos.
Nunca entonces nada relacionado con algún compañero.
Ni equipos de fútbol.
Ni bromas.
¿De qué se puede bromear?
Casi casi de lo mismo que hablarías en un ascensor.
—
Querido lector,
¿Has sido en alguna ocasión el blanco de una broma fácil?
¿Cómo te sentiste?
A todos nos gusta reír. ¡Pero si eres el docente entonces te toca estar especialmente atento!
Si te ha gustado este contenido nos leemos mañana, como siempre, en https://francescricart.com/blog
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