En pleno fin de semana y en horario de descanso he recibido un email de un cliente diciéndome:
– Francesc, en la web me vuelve a aparecer un error que se supone habías arreglado y me estoy angustiando. Por favor tenemos que hablar y definir que cuestiones técnicas fallan y de quien es la responsabilidad.
Vamos a ver.
Normalmente cuando recibo este tipo de emails enseguida me calzo las botas y me pongo manos a la obra.
¿Pero te suena aquella fábula en la que un habitante gasta la broma de que viene el lobo varias veces a sus vecinos y terminan por no hacerle caso cuando verdaderamente llega?
Me gustan los clientes que se esfuerzan en aprender y son conscientes que ayudo voluntariamente pero que no suelo hacerlo bajo presión ni amenaza o si pienso que debe esforzarse un poco más
Si contextualizamos, en este caso se trata de un cliente inquieto por mejorar su web y que lógicamente constantemente pide mejoras.
Hasta aquí sería lo ideal.
Pero no es lo mismo ser medido en tus reclamaciones que asumir que no son tus acciones sino la del experto prestatario de servicios.
La gran pregunta es ¿que harías tu en estos casos?
Quién me conoce sabe que suelo ser generoso y muy didáctico en todo lo que hago y siempre de buena gana.
Pero me fastidia cuando un cliente pone en duda mi profesionalidad.
Aún así respiro hondo y me digo que lo mejor es no responder hoy.
Mañana será otro día.
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