En una boda es habitual que los oradores traigan consigo discursos bien preparados y con un mensaje muy reflexionado.
En algunas ocasiones consiguen emocionarnos. Todo el mundo vibra.
En otras nos gustan pero hay algo que no conecta.
Hablar desde la improvisación
Recientemente he estado en una boda alemana – catalana.
2 oradores.
Uno leía y hablaba en nuestra lengua.
Otro lo hacía en alemán y no he entendido nada (por el idioma).
¿adivinas con quién me he sentido más identificado?
Con el segundo caso. Su mirada. El ritmo y la entonación. Su quiebro en la voz. No eran necesarias las palabras.
El lenguaje no verbal era mucho más potente.
Todo cambiaba porqué no leía. Pensaba todas y cada una de sus palabras. Pero sobre todo, miraba al público, respiraba y modulaba la voz.
Perseguir una imagen
Para comunicar una idea es necesario tener un guión preestablecido.
Perseguir un mapa mental.
Hay a quién le gusta tenerlo todo bajo control y cae en el error de leer.
A mi me divierte más dejar un poco de margen a la espontaniedad. Que todo surja dentro de unos límites. En ocasiones no sabes dónde acabarás aunque a menudo suele salir bien siempre y cuando seas capaz de transmitir una imagen a tu audiencia.
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Querido lector,
¿hablarás en público?
¿has pensado en solo anotar las ideas principales?
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