Existen las personas que narrando una historia son más aburridas que una ameba, y luego las que con un poco de sal captan tu interés.
Cuando era pequeño deseaba viajar en el camión de mi abuelo que por aquel entonces era transportista.
Me reía un montón cuando me explicaba como un mulo le partió los dientes y él se vengó mordiéndole el labio a lo bestia. O cuando corría porqué tiró un niño por un terraplén de higos chumbos y la madre del niño lo quería apalear.
Crear un recuerdo para siempre
Hubiera importado poco dónde fueramos. A dar vueltas a la manzana. Al pueblo.
A una convención online de gente de marketing hablando en klingom.
¡Qué más dá!
Mi abuelo siempre contaba las mismas historias una y otra vez y yo siempre me reía.
Sería su tono. Su sonrisa. Cómo se reía cada vez. Su cadencia. Quién sabe cómo, siempre contagiaba buenas vibraciones.
¿y sabéis qué?
De saber dónde el burro le partió los dientes o dónde el niño cayó por el terraplén tal vez iría.
Este es el verdadero poder de crear historias.
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Querido lector,
Se trata de crear recuerdos que apetezca consumir.
Confía en el poder de las historias.
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