El día que mi hijo mayor hizo 2 años su tía le regaló dos preciosos globos enormes. Dos números uno.
En la tienda había un 2 pero le pareció que al pequeño de la casa le gustaría más tener 2 globos que uno.
Mi hijo estaba encantado. Por esa época tenía una obsesión por los globos. Sobre todo si volaban.
Cuando llegó la tarde y el sol ya se iba salimos todos a la calle y tiramos un primer globo al cielo.
Voló hasta que nuestra vista lo perdió.
Y llegó el turno del segundo.
– ¿Quieres tirarlo tú?
Hubo dudas. Le encantaba como rebotaban contra el techo del salón.
Pero entonces se envalentonó y por fin lo hizo.
Sería un globo con un final esplendoroso. Nada de deshincharse hasta perder toda la gracia.
Y todos saltamos de alegría.
Hijos. Alumnos.
Que es mejor: ¿un globo marchito en casa o otro volando pletórico hacia las nubes?
Exactamente sucede lo mismo con nuestros queridos hijos cuando somos papás y mamás. O con nuestros alumnos cuando somos profesores.
Hay que cederles espacio para experimentar, equivocarse, repetir y finalmente aprender.
Si les impedimos este círculo difícilmente algún día van a volar.¡Hola!
Querido lector,
¿Cuando es la última vez que saliste de tu zona de confort?
En ocasiones debemos arriesgarnos y afrontar lo desconocido. Sólo así podemos crecer.
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