– En la clase de Teo hay un niño que llega tarde papá.
– Llega tarde porqué viene del médico que le han puesto dos vacunas. Una en cada brazo. ¿Y sabes qué?
Mi hijo me mira atentamente.
– La doctora le ha puesto un par de tiritas para que todos sepan que ha sido muy valiente. Una aquí y otra a aquí. ¿Mañana vas a ser muy valiente?
Después se ha quedado unos segundos pensando.
– ¿Me dolerá?
– Puede que si puede que no. Quizás un poco.
Resulta que esta mañana hemos ido al médico y nunca antes le habían puesto una vacuna sin que llorara.
Para ser justos el mérito no es mío. Es de mi mujer (dime algo si me lees 😉 ) que es una muy buena narradora de cuentos y de educar se informa bastante.
El poder de las historietas
Las historietas te permiten envolver lo que de verdad quieres explicar para que tu audiencia lo entienda.
El caso es que como todos los días son distintos, usar historietas propias te ayudan a no repetirte en exceso.
Aportan muchas cosas buenas:
Conectas mejor con tu audiencia. Te prestan más atención.
Facilitan la narración pues en todo momento te ayudan a generar una idea mental de qué dirás, como lo dirás y hacia dónde evoluciona tu discurso.
Te humanizan.
Pero también tienen algo malo:
Tu audiencia debe estar dispuesta a escucharte.
Historias y redes sociales
La gente está dispuesta a perder el tiempo pero no tolera que la aburras.
En mi opinión es más fácil recordar a un profesional que ofrece una imagen cercana a la de alguien que comparte información sectorial muy útil pero que no engancha.
Facebook, Linkedin, Twitter … cambia el canal pero el fin es siempre el mismo:
Que te recuerden.Querido lector,
¿Seguirías en las redes sociales un gran profesional pero que fuera un muermo?
Entonces explícalo como si fuera un cuento.
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